domingo, 4 de mayo de 2008

metRos de libros

He de decir que a mi parecer, corríjanme si me equivoco, el causante de las multitudes de la Feria del Libro muy lejos está de ser un libro. No he tenido especial interés en “montarme en el metro”, primero por pereza, y segundo porque ya me tocará hacerlo durante mi vida cotidiana. Así que mi experiencia “metrística” consistía en mirar con asombro la larga fila de adultos acompañando a sus hijos a su primera aventura en semejante “atracción”.

Mientras que el viernes la fila (ya para mí un ente singular) pasaba oronda por el frente del Teatro Nacional, ayer, sábado, era inexistente. Un arranqué de curiosidad nos invadió y caímos presa de la posibilidad de tener un encuentro cercano del metro tipo. Nos acercamos preguntándonos si estaría cerrado y un hombre con alto parlante contestó la pregunta con un sabrosón: “Bienvenidos al Metro de Santo Domingo. Aproveche que no hay fila, entre para que lo conozca”. Y pues claro, dicho así, ¿Quién se puede resistir?

Un sinnúmero de empleados nos guiaban a cada paso que tomábamos: “Agarre el pasamanos al bajar la escalera”, “Bienvenidos al metro, es por aquí”, “Vaya hasta allá, al final”… hasta que terminamos contra la pared, al final de una fila propia de Auschwitz, mientras que un joven de no más de 24 se encargaba de dar las órdenes: “Agarren a los niños”, “manténgase detrás de la raya”.

Todos parecían tener un papel impreso, blanco y verde, que en mi emocionada carrera por bajar rápido alguien había olvidado entregarme; y que, según vi de reojo, mostraba una guía de seguridad. Me deleité con ver a la gente, niños que no cabían en sí de la emoción, mientras el calor, mitigado por abanicos de pared, parecía convertirme en pura materia líquida. Mientras, un señor señala a su hijo lo suficientemente alto para que todos podamos oír: “Tamos abajo de la tierra. Tate atento que toy aquí por ti. Yo ya toy jarto de montarme en el metro del tren de La Romana”. Junto a mí, a mi izquierda un padre de familia me pregunta: “¿Dónde están los libros de la feria?”, “Arriba” le respondo. “¿Entonces, y esta fila?” inquiere desconfiado, “Es para el metro” respondo fascinada por inclinación del ser humano a ser parte de un grupo, aún cuando este no le corresponda. “Vámonos que tan arriba” ordena a su mujer y dos pequeños hijos, no sin devolverse hacia mí para despedirme con un “De Villa Mella vinimos, ¿Te imaginas ahora volver pa allá?”. Y con eso se rompió el embrujo, sus palabras me habían traído a la realidad. ¿Qué buscaba ahí? ¿En realidad quería ir a Villa Mella cuando todo un manjar de libros estaba a unos pocos escalones más arriba?

Empecé a dudar, y al ver que mi compañera de aventura, hace unos pocos minutos resuelta a adentrarse en las profundidades de la tecnología de transporte, empezaba a dudar también, decidí hacerle una mejor propuesta la cual, después de cinco minutos en ese horno subterráneo le pareció una bendición. Y así, mientras llegaba el vagón que habíamos estado esperando, nos dirigimos hacia las escaleras mientras que el joven que hacía un rato nos daba la bienvenida, ahora trataba de persuadirnos para que embarcáramos.

Ya afuera, no pude evitar preguntarle a una señora que salía con el que a mi parecer debía ser su nieto, cómo le había parecido el viaje. Ella, incrédula al ver que salíamos de allí sin habernos subido, me dice “¡Una maravilla, yo ya me he subío cuatro vece!”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...
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Verónica Roques dijo...

jajajaja Que jugosas haces las cotidianidades mi querida dama Rosa!!! Estuviste al punto de echar un viaje al mundo brillante de Villa Mella, popular conocida por sus habitantes de sonrisa abierta y rechinante! Chicharrons City... Ojala que realices ese trayecto... Me muero de ganas de estar ahi mediante tus palabras! :D

Pedro Genaro dijo...

No te preocupes por montarte ahora con prisa que ese metro vuelve y vuelve, de Villa Mella pal Teatro.

Alexei Tellerias dijo...

Una tarde cualquiera de la post feria. Quien suscribe se encuentra tratando de mantener arriba los ánimos de los 2 o 3 que entran al Pabellón Juvenil. Pregunto: "Qué es lo que más le ha gustado de la feria?" Una voz se adelanta y se atreve...

"El metro!"

Bueno, por lo menos fue sincero.